Jugar poco, hablar mucho. Esta es la dinámica imperante en los últimos tiempos. A todos los aficionados al videojuego nos encanta hablar de videojuegos (sin ir más lejos, esta web tiene un podcast), pero existe una diferencia entre, por una parte, el comentar la evolución, novedades, polémicas, rumores y cambios dentro del mundo de los videojuegos y, por otra parte, el hablar (u opinar) por hablar.
Estamos asistiendo a cómo se opina sobre cualquier juego habiéndolo probado de manera superficial o, directamente, no habiéndolo probado. Ejemplos los hay a patadas, y seguro que a los lectores se les ocurrirán bastantes, pero me gustaría ejemplificarlo con Death Stranding: ¿Cuántas personas lo jugaron en profundidad antes de emitir un veredicto? ¿Cuántos odiaron la última obra de Kojima sin apenas jugarlo, más allá de verlo por YouTube?
Para poseer una opinión cualificada sobre cualquier título, y cuando digo cualquiera, me refiero a cualquiera, salvo excepciones muy excepcionales (microjuegos o minijuegos, y con reservas), ha de haberse empapado uno con el juego en cuestión. Por el contrario, en cuanto es anunciado o lanzado un juego, prácticamente el que sea y tenga una mínima cobertura, muchas personas emiten sus comentarios como escopetas montadas. Disparan (opinan) primero y preguntan (juegan) después.
Esta dinámica no puede seguir así, ya que le hacemos muy poca justicia al videojuego que, cada vez más, sobre todo visto desde fuera, parece ser seguido por una miríada de niños aun por madurar o por niños grandes que jamás maduraron y no madurarán. Me da igual si estas dinámicas y actitudes están presentes entre los aficionados al cine, las series o la literatura. Mal de muchos…
Resulta tristísimo y desolador observar cómo la comunidad de videojuegos se nutre de personas que juegan poco (o nada) pero que siempre están dispuestas a emitir una opinión o a decir lo primero que se les pase por la cabeza. Sí, es cierto que existe la libertad de opinión, pero no el libertinaje para emitir cualquier opinión, máxime cuando dicha opinión no está fundamentada en una experiencia de juego previa. No tiene el menor sentido.
Soy consciente de que hablar sobre videojuegos es más fácil (y barato) que adquirir los títulos, emplear un mayor o menor tiempo en ellos, y sacar unas conclusiones y juicios razonados. La dificultad de ello, no obstante, jamás debe enturbiar los buenos razonamientos y las ya citadas opiniones cualificadas. No todas las opiniones valen lo mismo; las hay que no valen nada.
Existe la libertad de opinar, pero también existe la libertad de desechar u omitir las opiniones infundadas, de ignorar las palabras vacías. El derecho a opinar libremente está relacionado con el derecho a que te ignoren con igual libertad. Resulta, sin embargo, que cuanto más irracionales y ardientes son las opiniones vertidas, mayores son la susceptibilidad y la falta de educación de los emisores.
Un ejemplo que me llamó también bastante la atención está relacionado con el sistema de combate de Final Fantasy VII Remake. No fueron pocos los que adujeron que consistía en un machacabotones sin sentido. Pese a todo, muchos nos dimos cuenta de que, únicamente jugando la demo, la obra de Square-Enix presentaba unas batallas geniales. En efecto, el juego se lanzó y ha quedado ratificado: el sistema de combate de este título es de lo mejor que se ha hecho jamás en el género del A-RPG.
Voy a seguir poniendo ejemplos para explicarlo todo de la mejor manera posible:
Como puede verse, el impulso por hablar u opinar de algo sin fundamento alguno es una sensación muy poderosa, lo entiendo, lo comprendo y empatizo, hasta cierto punto, con ello. Pero no lo comparto. Se nota, y mucho, cuando alguien comenta y/o habla sobre una obra cuando la ha exprimido al máximo, y aunque no esté de acuerdo con sus conclusiones, no puedo más que asentir y aplaudir metafóricamente ante un juicio excelentemente emitido. Cada vez son más raros, tan fantásticos como los unicornios.
Para hablar con propiedad sobre un título hay que jugarlo en profundidad. Jugad mucho; lo demás viene solo y cuando toca. No antes.
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