Para los nuevos místicos la vida puede ser maravillosa a la espera de que llegue una nueva revelación divina. Entretanto, parece que algún tipo de brujo determinista (no sabemos si místico) ha apuntado su varita hacia isla de monos o, simplemente, la casualidad ha aparecido una vez más: estaba jugando a Bioshock, me gusta Ayn Rand y Santiago me propuso participar en su sección especial del podcast sobre ideología y videojuegos.
A todo esto se sumó la insistencia sobre el individualismo egoísta e inmoral de Ayn Rand y su Objetivismo a cuenta del estreno de la saga Bioshock en Nintendo Switch. A saber, igual fue Fontaine hasta arriba de Adam. Conjeturas aparte, hoy toca un poco de Bioshock y Ayn Rand.
El Objetivismo
El Objetivismo es el sistema filosófico de Ayn Rand. Para entender un sistema filosófico, el primer paso sería leer sobre él (aunque sea la contraportada). En este caso, Leonard Peikoff tiene un libro bastante didáctico en el que recoge sus preceptos principales. Como segundo paso, podríamos tratar de conocer sus diferentes ramas: metafísica, epistemología, ética, política y estética. Las famosas preguntas de Kant que todos recordaremos del colegio. Los siguientes pasos serían seguir leyendo sobre sistemas filosóficos y de esta manera tratar de montar una estructura compleja de conceptos hilados unos con otros en un sistema global integrado. Y ello teniendo como herramientas la percepción y el conocimiento. Vamos, una chapa. Y una vez ahí, tratar de responder alguna pregunta. Yo estoy todavía en la cajetilla de salida y no he oído ni el “preeeeeeeparados”.
El problema llega cuando se lanzan ideas y conceptos totalmente arbitrarios sobre la conexión directa entre Ayn Rand y Bioshock. A continuación, la parroquia aplaude al líder del Palmar de Troya y le agradece todas sus relevaciones sobre lo malo que es el Objetivismo. El líder celebra su victoria sabiendo que no ha leído ni una línea sobre ello. Y aquí es donde entra nuestra figura pedante del día: el hombre de paja.
El hombre de paja es una falacia en la que se caricaturizan los argumentos y se distorsiona la postura del que se pretende criticar. Es decir, se coge la Rebelión de Atlas. Buscamos entre sus 1.200 páginas una frase que no nos gusta (o pedimos a Google que busque por nosotros) o incluso nos la inventamos. Una vez tenemos la munición, hacemos el análisis y relacionamos esa frase con Bioshock como prueba concluyente para hablar sobre el mismo aburrimiento de siempre. Como un martillo pilón. Listo, los títeres ya tienen su argumentario preparado para cuando se hable de Bioshock y el capitalismo: 2X1.
Merovingio y el libre albedrío
Hablando ya del videojuego, el discurso de Andrew Ryan es uno de los momentos más increíbles de Bioshock. Llegamos a Rapture sin contexto alguno. Observamos que nos han salido unas cadenas en las muñecas (uno de mis símbolos favoritos del juego) mientras Atlas nos obliga a inyectarnos el primer plásmido. No sabemos cómo se creó la ciudad, ni de dónde han salido todos los monstruos locos; ni tampoco si la vida como la conocemos sigue existiendo en otras partes del mundo. Aunque pueda resultar un poco inverosímil el modo en el que empezamos a obedecer a Atlas automáticamente, de eso trata.
Escuchando a Ryan no puedo dejar de recordar esa escena en Matrix donde Merovingio dice a Neo: “Ustedes han venido porque les han enviado, les han dicho que vinieran y han obedecido”.
¿Tenemos libertad a la hora de jugar a un videojuego? ¿Tienen verdadera repercusión en nuestra experiencia aquellas pequeñas decisiones que nos dejan tomar?
En Bioshock, por ejemplo, podemos elegir entre liberar o no a las Little Sister, teniendo como consecuencias: más Adam y un final alternativo. A parte de eso, pocas decisiones tienes en tu poder más que elegir el arma y las habilidades para matar a todos los locos de Rapture. Así, con la ayuda de flechas, cintas y la voz de Atlas, vas pasando por todas las zonas del juego.
Todo esto se puede aplicar a muchísimos videojuegos – ¿todos? -. De ahí mi fascinación por el discurso de Ryan. ¿Entorpece demasiada libertad la experiencia jugable? Ahí ya, que cada cual reflexione.
Acaba siendo un mata-mata
La ambientación de Bioshock es otro de los puntos a remarcar del videojuego. Se siente caótica y no he parado de sentir estrés a lo largo de nuestro viaje por Rapture. No obstante, rápidamente se desvanece toda crítica supuestamente profunda y filosófica que pretende tener, para convertirse posteriormente en una historieta pretenciosa en la que matas y matas.
Como hemos dicho antes, no sabemos nada del protagonista ni de Rapture. Nos intentan contar “algo” a través de las cintas, lo que, a mi juicio, acaba siendo pesado y rompe totalmente con la experiencia. Como ejemplo contrario, podemos ver el buen uso de las notas en Resident Evil o The Last of Us.
Una vez más, la crítica al objetivismo no es más que una excusa para dar el discurso ideológico de siempre. Tristemente, la sociedad actual está orientada al consumismo cortoplacista y eso es lo que se vende.
Bioshock es un juego muy interesante. Me ha hecho reflexionar sobre ciertos aspectos, tanto dentro como fuera de los videojuegos. Y que conste, ni soy imparcial ni pretendo serlo. La Rebelión de Atlas y las obras de Ayn Rand me gustan, lo que no significa que acepte como un sectario su sistema filosófico. Eso supone un debate más amplio y éste no es el lugar.
Lean, jueguen y reflexionen con criterio propio, no se conviertan en títeres bailando bajo los hilos del ansia de poder.
Abogado. Ex-nadador frustrado. Escribiendo sobre cosas y videojuegos con unos monos que me encontré por la red. Bienvenidos al rincón de pensar.
[…] dos meses desde nuestra última reflexión sobre Bioshock. Excusas aparte, julio es como el típico adolescente que tiene siete exámenes y no para de jugar […]
[…] algo que sigo sin entender y que ya lo tratamos en un artículo pasado: si la historia es tan importante dentro de tu videojuego, ¿por qué no incluyes al jugador dentro […]