El pistoletazo de salida de toda esta disertación lo ha dado Grit, el primer videojuego NFT que estará disponible en la tienda de Epic Games. Hace más de un año, Steam prohibió la entrada de esta clase de títulos a su plataforma, al contrario que la de Tim Sweeney. En su momento, se amparó bajo un discurso ambiguo sobre la innovación que podían aportar tanto jugable como económicamente. Y parece que hoy ha llegado el día de demostrarlo.
Podría empezar con un torrente de adjetivos suaves e intrincados para bordear el asunto con algo de tacto y elegancia. Pero no pienso hacerlo. Con un solo vistazo al gameplay que han publicado basta de sobra para sacar conclusiones. Y lo que se está intentando con este esperpento es tomarle el pelo a la gente. Esto ni tiene ni merece eufemismo posible.
Dejemos de lado por un momento todo el sistema de blockchain y sus implicaciones, que serán parte central del debate más adelante. Porque no hace ni falta hablar en esos términos para atacar este vergonzoso concepto.
A ojos de los que no tenemos la cabeza comida por el metaverso, parece un sketch. Una mentira colectiva que nos están forzando a creer. Durante la presentación de Gala Games (una especie de conferencia para proyectos crypto) salieron al escenario una serie de títulos que desatarían hilos de mofas y memes al presentarse en cualquier E3 o conferencia con un mínimo de seriedad.
Cualquier persona que esté al día con la actualidad del mundo del videojuego sabrá de sobras que estos títulos no le llegan ni a la suela de los zapatos a un proyecto de novatos recién salidos de la carrera. Por no hablar de que ninguno se atreve a probar con mecánicas diferentes o conceptos interesante en el terreno jugable, más allá de meter la blockchain en cualquier recurso aleatorio que se les ocurra.
Pero ahí están, grupos de gente aplaudiendo eufóricos como si no hubieran visto un videojuego en su vida. Ahí es donde me asalta una pregunta: ¿Son actores profesionales o librepensadores con el cerebro lavado? Porque sintiéndolo mucho, me resulta incomprensible que alguien en pleno 2022 flipe en colores con un proyecto de ese calibre.
En un mundo donde existen enormes mundos abiertos multijugador donde jugar con tus amigos como Final Fantasy XIV o experiencias narrativas impresionantes de un jugador… ¿Me quieres hacer creer que un shooter mediocre del lejano oeste es algún tipo de revolución que no soy capaz de entender? Porque yo aquí lo que veo es otra cosa.
El ataque de los clones
Esta clase de juegos play-to-earn siempre están cortados por el mismo patrón a mínimo que te pongas a mirar unos cuántos con atención. Todos se presentan con una enorme campaña de marketing donde intentan venderte que su concepto es la “next big thing” del mundo de los videojuegos, a pesar de que la propuesta es lo menos innovadora de la historia. Luego te detallan un roadmap enorme donde te venden ingentes cantidades de humo para intentar crear en tu mente lo que será una experiencia fantástica.
Ahora bien, lo que tienen para entregarte en ese preciso momento (si es que tienen algo en primer lugar) es un proto-minijuego con recursos 3D pillados de bibliotecas gratuitas y con mecánicas obsoletas donde a penas te requieren interacción. Mundos vacíos donde chatear con gente, clickers cutres, demos técnicas, animaciones arcaicas… Una revolución, sin duda.
¿Y sabéis cuál es el otro denominador común de todos ellos? Que los NFTs de dichos juegos los puedes ir comprando desde el día uno. El juego no es mucho más interesante que una experiencia flash de los 2000 rodeada de promesas a larguísimo plazo… pero ya te van pidiendo dinero para que tengas una fantástica parcela virtual en ese futuro que quizá nunca llegue.
Tampoco pueden faltar los palmeros que defienden el juego a capa y espada ignorando de forma deliberada hacer algún tipo de comentario de su calidad visual o jugable. Te hablarán de números, de lo que puedes generar con ellos o de lo prometedor de la propuesta. Te dirán las empresas mega millonarias que lo apoyan en un cutre intento de argumento de autoridad. O te ocultarán parte de la verdad, cuando directamente no te mienten. Como dar a entender que el juego está desarrollado por la propia Epic, cuando nada más lejos de la realidad.
Bomba de humo
Al final, este patrón es tan obvio y escandaloso por un sencillo motivo: Casi todos saben que es una burbuja. Me puedo llegar a creer que un equipo de novatos embriagados por el concepto de la blockchain se ponga manos a la obra para crear un juego con un mínimo de competencia. Pero con un simple vistazo te darás cuenta de que todos saben que esto es una histeria colectiva que toca aprovechar mientras está caliente.
De nuevo, no es casualidad que muchos de los promotores de estas ideas estuvieran antes relacionados en negocios de dudosa moralidad. Aquí los desarrolladores con sueños por cumplir escasean, y proliferan los encorbatados con hashtags de bitcoins en sus perfiles. Todo ello envuelto en la eterna promesa de que ellos (y solo ellos) te están dando la clave para hacerte rico sin esfuerzo.
Por eso tenemos proyectos con tanta rimbombancia y promesas a varios años vista. Lo que interesa es comerle la cabeza a la gente para que pague por NFTs bajo la excusa de pertenecer a un grupo exclusivo, tratar de contentarles con una alpha cutre que no llega ni a proyecto de fin de grado y salir por patas antes de que la comunidad te pida cuentas. Sintiéndolo mucho, que esto pase de manera sistemática ya no es torpeza ni casualidad. Es pura y dura malicia.
Cuando veo al creador de Gritt tratando de convencer a la gente para que pague por sus caballos virtuales (sacados de bibliotecas de recursos), me hierve la sangre. No teníamos ya suficiente en la industria con los juegos como servicio y las depredadoras microtransacciones como para que venga un atajo de librepensadores a convencerme de su futuro descentralizado. Futuro donde ellos se llevan una jugosa comisión por supuesto, porque en este mundo nadie regala nada.
Es de cajón. Ninguna compañía con dos dedos de frente dejaría que sus usuarios se beneficien a su costa, y menos con el historial que tienen. Ya generan una barbaridad de millones con las monedas virtuales y los pases de batalla. ¿A santo de qué van a dejar ese negocio para que tú te lleves algo de todo eso? ¿Qué clase de futuro distópico tiene esta gente en la cabeza?
La revolución que no entiendes
Pues la clase de futuro donde jugar a videojuegos es una fuente de ingresos pasivos. Alquilando las espadas que consigan en un MMO mientras luchan contra orcos ataviados de su traje espacial que han conseguido en otro juego. Ese tipo de futuro donde los recursos de todos los juegos se comparten y hacerse rico es tan fácil como hacer que unos bichos de colores se peleen.
Lo que no te cuentan es que la mayoría de los juegos que tienen un poco de éxito es debido al concepto de las becas. En resumidas cuentas: Gente rica que alquila sus recursos virtuales a gente en países subdesarrollados que los utilizan para generar ingresos pasivos jugando 24/7 a cambio de un porcentaje de los beneficios. ¿Alguien había dicho futuro distópico?
Puede que dentro de 10 años tenga que leer este texto entre lágrimas y sollozos mientras disparo a robots espaciales para ganarme el sueldo. Quizá mis reuniones por Discord sean en un metaverso futurista donde llevamos ropa NFT de la marca de moda. Quien sabe. El futuro es incierto, al igual que la mal llamada Web3, sobre la que flota un aura de misterio constante que no se desvanecerá hasta dentro de mucho, mucho tiempo.
Pero de una cosa estoy seguro: Nadie que viva con los pies en la tierra puede mirar estos proyectos y pensar que son juegos que merecen mínimamente la pena en una industria como la que tenemos hoy en día. Ninguno de estos títulos llegará a ser tan grande o ambicioso como el triple A más mediocre de los últimos años. Desconozco si las mentes pensantes detrás de esto son inconscientes sin ojos en la cara, desconocedores del sector o maliciosos emprendedores. Quizá sean una mezcla de todos ellos.
Ahora bien, no pienso aceptar que esta plaga encuentre su hueco en una industria que ya tienen bastante con lo suyo. Y lo estamos consiguiendo, por fortuna, pero no hay que dormirse. Van a tratar de intentarlo una y otra vez hasta que nos lo metan a la fuerza. Tocará ser más fuertes que un puñado de neoliberales con emojis de cohetes que no han visto un juego en su vida y vienen a convencernos del futuro con tácticas de manipulación y un marketing agresivo.
Son de la misma categoría de gente que los que venden cursos para hacerte rico si creer en ello, aprender inglés fácil o las sectas religiosas, no nos confundamos. Estos no son desarrolladores sin experiencia luchando por un futuro mejor para el medio. Son charlatanes de promesas vacías que caen en saco roto con forma de prototipo de Unreal y cajas de botín que ahora se pagan con Ethereum. Un círculo elitista y snob que se da la razón entre ellos para que su bola de nieve crezca y no se detenga.
Esta clase de gente es la que quiere convencerte de que la siguiente revolución en el medio no pasa por el trazado de rayos o por el juego en la nube. Quieren hacerte creer que pagar una cantidad ingente de dinero por assets 3D limitados de manera artificial en juegos indignos y superfluos es la mejor idea del mundo. Y que, si no estás de acuerdo, se debe a tu nulo conocimiento en la materia.
El futuro de los videojuegos, ni más ni menos.
Ingeniero informático en proceso y juntaletras frustrado. Estoy en la tripulación para narrar mis desventuras como jugador y divagar sobre esta preciosa industria. Sí, me gusta FFXIII y ME: Andromeda. No me escondo.