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Jishou no chihei mendako, la obra maestra sencilla
Por Santiago H. R. Publicado en Análisis, Artículos en 28 agosto 2020
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Jishou no chihei mendako

El género del shoot em up (shmup) o “matamarcianos” está lejos de volver a ser el género que arrastraba masas, como sí lo hacía durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90. Ello provoca que esté alejado de la mayoría de los debates bizantinos que asolan la actualidad del videojuego, repercutiendo en que las discusiones sean más productivas, enriquecedoras y sanas en torno a este género (aunque también hay extremistas e intolerantes, por supuesto). En otras palabras: El shmup espanta a todo aquel que no está dispuesto a concebir el videojuego como una disciplina, además de un producto comercial y, en ocasiones, una obra de arte.

Al no existir una presión mediática constante que cope las redes sociales, los estudios y los desarrolladores en solitario pueden expresarse de una manera sumamente libre, algo inaudito en los tiempos actuales, en los que la opinión y el autoritarismo moral rampan sin control alguno. El shmup se ha convertido, por ende, en una suerte de vergel en mitad del desierto; el shmup, sin necesidad de ninguna pompa y ceremonia, sigue sublimando el videojuego gracias a la sobriedad, elegancia e inteligencia con la que se confeccionan los títulos pertenecientes a este género. Este fenómeno es realmente curioso, pues son los desarrolladores silentes y laboriosos los que están sosteniendo lo que es, a mi juicio, historia viva del videojuego.

Derivado de lo anterior, Vagues Okada se ha erigido como un genio anónimo, aquellos a los que los “opinólogos, críticos, analistas, etc.” ignoran debido a la (¿alta?) dificultad de sus títulos y por no enfocarse, en teoría, hacia una visión más “narrativa” del videojuego, herejías inaceptables en los tiempos que vivimos. Para disfrutar el shmup en general y las obras de Vagues Okada en particular hay que esforzarse, poner de nuestra parte y no permitir que nos lo den todo mascado. Quizás por ser un género obtuso (para qué negarlo), el shmup para la gran mayoría es más una reliquia que un género vivo. Es el género muerto, invisible.

Jishou no chihei mendako, título al que le dedico este artículo, es quizás la puerta de entrada perfecta a Vagues Okada y al shmup por varios motivos: a) Es gratis; b) Es relativamente sencillo en todos sus apartados; c) Aprendes sobre biología. ¿Qué más se le puede pedir?

Vida y muerte: Agua y Cosmos

Existe cierta temática recurrente en la obra de Vagues Okada relacionada con los orígenes acuáticos de la vida en la Tierra y su relación con el Cosmos. Para el genio nipón, el Universo y el agua mantienen una estrecha relación, algo que se deduce gracias al tiempo de estudio dedicado para realizar sus juegos. Si en Cambria Sword (2017) conocíamos a los trilobites (entre otras criaturas marinas) de la Era Paleozoica, Jishou no chihei mendako parece llevarnos a una suerte de presente-¿futuro?, poniendo énfasis en las profundidades abisales. No daré más detalles, pero está claro que la relación profundidades marinas-Cosmos posee capital importancia dentro de la visión que posee Vagues cuando produce videojuegos.

¿Por qué esta relación entre el oceáno, fuente de vida, y el Universo, fuente de absolutamente todo? Quizás exista en la mente del japonés una dualidad entre la vida y la muerte: Los océanos, cálidos y acogedores, albergan la vida en toda su diversidad; El Cosmos, gélido y hostil, esconde el siniestro destino. De hecho, en sus dos obras, Vagues quiere que seamos conscientes de que la vida pacífica de los mares se ve trastocada por una amenaza que viene del exterior, del espacio. Así pues, los océanos se convierten en estancias de muerte y destrucción, donde la fuerza y la violencia someten a los seres más débiles y, por tanto, inferiores. No obstante, los principales combates, los más épicos, donde el destino de estos seres pacíficos está en juego, se libran en el frío Universo. 

Los océanos pueden ser lugares oscuros y aterradores, más aun en las zonas abisales, mas la vida bulle y el equilibrio permanece; por el contrario, en el negro Cosmos, solo alumbrado por la luz de estrellas lejanas, la vida no tiene cabida. Y es justo en el vasto Universo donde la voluntad de los débiles, de los seres más pequeños e insignificantes, presenta batalla a las amenazas más horrendas. ¿Saldrán vencedores nuestros héroes o caerán trágicamente ante un destino inevitable? Jugadlo y lo sabréis.

The Flying Pancake Octopus in Blackhole

El héroe de Jishou no chihei mendako es un pulpo flapjack (Opisthoteuthis californiana) que habita zonas abisales, esto es, estos animalillos viven a grandes profundidades. Su aspecto adorable contrasta con la imagen que tenemos de los horrores marinos que pueblan los fondos oceánicos, mas que no os engañe su apariencia, pues en esta obra los pulpos poseen una voluntad inquebrantable y no dudarán en defender la paz y la armonía que les es arrebatada nada más comenzar el título.

Como no podría ser de otra manera tratándose de un título de Vagues Okada, pronto nos veremos batallando en el espacio, entrando de lleno en un viaje psicodélico que desafía las leyes del fixed vertical shmup o del matamarcianos vertical en el que solo podemos movernos a lo largo de un solo eje (de derecha a izquierda). Las reminiscencias a Space Invaders (1978) son obvias, pero son más aparente que reales, pues lo que comienza siendo un título de ritmo pausado y tradicional, termina adquiriendo tal velocidad que poco o nada ha de envidiar a los verticales más frenéticos.

Es en este mar de apariencias donde Jishou no chihei mendako triunfa sin ambages: Debido a su gratuidad, uno espera un proyecto no especialmente trabajado, empero, lo que uno halla es una mina de oro y diamantes. También, aunque gracias a la tradición de los cute em up, encontramos que nuestro simpático héroe derrocha valentía y mantiene una actitud aguerrida en todo momento. Para quienes naden en el mar de la ignorancia, de las apariencias, esta obra les parecerá poca caso, algo baladí. Os aseguro que no lo es: Os conquistará. 

El motor de la vida

A nivel mecánico, Jishou no chihei mendako es sencillo, pero no absurdamente sencillo. La sencillez es la bandera de esta obra maestra. Solo tenemos cuatro acciones: movernos a los lados, disparar y cubrirnos. Si no realizamos estas últimas acciones, el pulpito recargará automáticamente un disparo fuerte. La estratégica danza para cargar el disparo mientras esquivamos las balas enemigas produce un placer inconmensurable. Y es que en esta obra todo cobra una estrategia capital, pues tendremos que escoger sabiamente cuándo esquivar, disparar, recargar y cuándo cubrirnos. La conjunción copulativa “y” no está puesta por capricho, pues a nivel mecánico no existe el “y/o”: Si disparamos, no podremos movernos/cubrirnos y viceversa; pensar rápido, adquirir automatismos y tirar de memorización serán herramientas indispensables para tener éxito en la aventura.

He comentado con anterioridad que este título guarda apariencias con Space Invaders, pero solo durante los inicios. El tutorial, imbricado de manera orgánica en el título (lo cual ha generado cierto debate acerca de su idoneidad), nos enseñará los rudimentos mecánicos básicos. Con todo, serán los modos “Fácil” y, sobre todo, “Normal” los que nos dejarán claro el frenetismo que posee Jishou no chihei mendako, llegando a convertirse en un auténtico danmaku/Bullet Hell/lluvia de balas. Está lejos de la exigencia de los máximos exponentes de este subgénero (Saga Touhou Project sin ir más lejos), pero no esperéis un juego de ritmo pausado o bullet heaven.

Esta sencillez aparente esconde un diseño general y de mecánicas donde los sistema convergen de manera aseada, armónicamente y de forma coherente. La adicción, el enganche, la diversión, por tanto, están aseguradas. Así que, e insisto en ello, esta obra es la puerta de entrada casi perfecta  al género junto a Harmful Park (1997). Podrá gustaros más o menos, eso ya no es de mi incumbencia, pero se merece una oportunidad.

Jishou no chihei mendako

Conclusión

Me resulta harto interesante el hecho de que NieR: Automata (2017) me descubriese el género del shmup. No voy a negar que también tuve mi época de querer que el videojuego fuese algo más que lo ya establecido, que avanzase hacia campos ignotos, que fuera valiente a la par que revolucionario. Era un ignorante (ahora también, pero al menos ahora soy consciente de ello), no sabía valorar las cosas por lo que son y no por lo que quiero que sean. El matiz es importante. De cualquier modo, el título antes mencionado, que reflexiona sobre qué es la vida, qué es la muerte, etc. me introdujo en este género; no sabía muy bien por qué, pues hasta entonces (¡ay, la maldita ignoracia!) el shmup me parecía jurásico, algo que impedía el avance del videojuego, algo digno de desterrar. Perdonad las reiteraciones, pero son necesarias. Las horas de juego NieR: Automata, en concreto su segunda vuelta y el final (¡qué final!) me llevaron a enamorarme perdidamente del shmup

Curioso, ¿verdad? El título que ha conllevado que muchos divaguen innecesariamente (perdonad el epíteto) acerca de los límites del videojuego y “bla, bla” me recondujo. Fue “mi caída del caballo paulina yendo hacia Damasco”. Desde entonces no me dejo llevar por la pasión ni por las apariencias, mucho menos por los prejuicios, pues hay tanto y tanto por descubrir, redescubrir y experimentar, que la última de mis preocupaciones nada tiene que ver sobre “el estado actual del medio”. Me da igual: Antes estaba ciego, pero ahora veo; antes era un incrédulo, pero ahora creo.

La última obra de Vagues Okada es mi regalo kármico por haber entrado en la buena senda… Sí, ya sé que ello no se ajusta a la realidad, es puro subjetivismo egocéntrico (otro epíteto, ¿o no?) pero dejadme que sueñe con este presente, dejadme que disfrute con Jishou no chihei mendako, la obra maestra sencilla.

Jishou no chihei mendako

Enlaces:

Vagues Okada (Twitter y YouTube)

Jishou no chihei mendako

Cambria Sword

Agradecimientos especiales:

fran_friki (Twitter y YouTube)

Where’s Gareth (Instagram)


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  1. Estupendo homenaje al que es a su vez otro gran homenaje. Cabe destacar su enorme pasión por el cosmos, reflejado en las distancias tan enormes que maneja este juego (con figuras y astros reales). En cierto museo japonés, expusieron Cambria como ejemplo de ficción más o menos representativa. Está haciendo pedagogía en todos los sentidos: cultural y jugable, siendo esta última creo yo la más importante.

    Con Mendako ha conseguido integrar el shmup más simple en movilidad del mundo a la jugabilidad y esquemas de shmups modernos y todavía vigentes en los clubes del vicio. Me encanta cómo esquivando en dos direcciones ya puedes crear la sensación de esquiva más placentera posible, y no es fácil calibrar algo así (si ya es duro con juegos de movilidad bidimensional plena…)

    Pero si hasta el mapita del juego es geometría y matemáticas en estado puro. Tenemos a un científico y humanista haciendo videojuegos, esto no pasa todos los días.

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